Ignacio de Antioquía

Reseña: Las cartas ignacianas son un monumento vivo que testimonia cómo la Iglesia se ocupa y se preocupa por el mártir en su camino hacia el encuentro definitivo con Dios. Las cartas de Ignacio reflejan y salen al paso de las tensiones existentes en las comunidades cristianas cuando reflexionaban y se acercaban al misterio de Cristo. Desde Esmirna, escribe tres cartas, una a cada una de las comunidades, agradeciendo sus atenciones y exhortándoles a superar las dificultades y problemas que distorsionan la paz: en Éfeso existen individuos y facciones enfrentados a la jerarquía; en Magnesia ocurre lo mismo y, a la par, se observan tendencias judaizantes; en Trales parecen existir individuos y grupos que mantienen una cristología doceta. Desde Esmirna dirige también una bellísima carta a la iglesia de Roma, cuya temática es ya otra. No trata en ella de aconsejar a la iglesia de Roma a propósito de problemas doctrinales o disciplinares. El motivo es otro bien diferente: Ignacio anhela el martirio y tiene miedo de que el amor de los cristianos de Roma impida su entrega. En Troade, Ignacio escribe otras tres cartas: En Filadelfia la comunidad está dividida a causa de carismáticos que se oponen a la jerarquía local y en los que se perciben fuertes tendencias judaizantes, no exentas de tonalidades gnósticas. En Esmirna también ha detectado problemas: tendencias gnósticas opuestas al obispo, con tintes docetas, rechazo del Antiguo Testamento y rigorismo ético. Otra  carta la escribe a Policarpo, el obispo de Esmirna.